miércoles, 29 de noviembre de 2017

QUÉDATE ESTE DÍA Y ESTA NOCHE CONMIGO

Belén Gopegui se plantea con Quédate este día y esta noche conmigo una historia difícil de afrontar y de resolver. Veamos: tres personajes —Olga, Mateo y Google—, dos informes —una petición de ingreso en Google y el informe sobre la misma— y unas larguísimas conversaciones entre los dos personajes humanos que se van entrecruzando con el texto de la solicitud. Encontrar el tono adecuado y una buena solución técnica para que la historia fluya y sea convincente no es tarea fácil. Gopegui, en mi opinión, sale airosa del trabajo, si bien es cierto que tal vez hubiera sido más apropiado darle el formato del ensayo. No sé, me parece que hubiera resultado más convincente y verosímil. A mí, al menos, el aparataje me resulta un poco forzado, como una excusa para exponer ideas que a través del ensayo se hubieran manifestado de manera natural y más creíbles.

El argumento en sí resulta muy atractivo: una matemática, Olga, con una enfermedad terminal a la que ha decidido no permitir que sea ella la que ponga punto final a su vida y un estudiante universitario, Mateo, interesado en la inteligencia artificial y la robótica, deciden redactar una solicitud de trabajo en Google absolutamente atípica y singular, como la vida misma. Quien recibe y lee la solicitud realiza igualmente un informe atípico. Todo ello sirve de excusa a la autora para hablar de la falta de libertad, de la injusticia reinante, del paso del tiempo y sus secuelas, de la finalidad y el uso de la tecnología, de la comercialización de los datos, de la desigualdad de oportunidades...

Lo que me parece un tanto incoherente es atribuir a Google todas las características y efectos del mal y al mismo tiempo mandar una solicitud de ingreso. Y lo que resulta desde cualquier punto de vista exagerado, incluso como metáfora, es atribuir a la compañía los poderes de la política, las finanzas, la creencias e incluso la responsabilidad de que alguien padezca alzhéimer. En fin, que Google archive y utilice el rastro que dejo cada vez que me pongo a navegar es algo que no ignoro; que utilice la información que generamos los millones de usuarios para convertirlo en producto mercantil, tampoco. Pero de ahí a pensar que sea responsable de lo que escribo en este momento o de mi decisión de acudir esta mañana a una biblioteca media mucho trecho. 

El problema del mal en el mundo no nació con Google ni con ninguna otra tecnología nueva o vieja. Nació con nosotros y desaparecerá también con nosotros. Pueden agravarlo si las utilizamos indebidamente, y pueden aliviarlo si somos capaces de manejarlas más inteligentemente. Otra cosa es si la inteligencia artificial llega al punto de singularidad, toma conciencia de sí misma y decide apartar a la especie humana de las decisiones importantes. ¿Mejor?, ¿peor? Singular. Sin duda, diferente. 

Lo mejor del libro, en mi opinión, las reflexiones de carácter moral que lo impregnan, y el llamamiento a vivir más despacio y más conscientemente, más inequívocamente cerca.

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